Fusión de las artes plásticas y la arquitectura
María de los Ángeles Martínez/Fotos: Cortesía del Artista
Si hay un artista que sabe amoldar su trabajo a la arquitectura ese es Luis Millé , un caraqueño que desde hace más de 20 años está inmerso profesionalmente en el mundo de las artes. Ha dibujado, pintado y demás, pero hoy en día se dedica especialmente a la escultura.
Para los residentes del área metropolitana de Valencia su obra debería ser más que conocida. Seguramente muchos no lo saben, pero miles de personas ven a diario uno de los monumentos de su autoría. Se trata de la gran escultura de hierro de color amarillo que engalana al municipio Naguanagua en la avenida Salvador Feo La Cruz.
Él confesó que esa es sin duda una de sus obras favoritas, especialmente por lo que representa. Al ser interrogado sobre cuál ha sido hasta ahora el momento más relevante de su carrera, aseguró -sin titubear- que la colocación de este monumento, denominado “Vertical en Torsión”, ya que por su ubicación formará siempre, pase lo que pase, parte de la memoria colectiva de los carabobeños, lo que para un artista “es un sueño hecho realidad”.
Millé contó que hacer esa escultura fue un proceso complejo. “Se trataba de lograr una especie de cartulina a gran escala que se soportara en dos puntos, retando a la gravedad y dando la impresión de que está girando todo el tiempo, para que así el espectador tenga una perspectiva diferente en cada ángulo de observación”. Por eso -según comentó- es que sin la colaboración de todo el equipo de trabajo que fue puesto a su disposición, no hubiese sido posible hacer esta obra.
Un ser artístico
Fue en 1990 cuando comenzó a ejercer el arte de manera profesional, tras egresar ese año de la Escuela especializada. Sin embargo, está inmerso en ese mundo desde mucho antes. Recuerda que cuando niño siempre dibujaba, porque era eso lo que le gustaba hacer, siendo esa su “verdadera esencia”. Es por ello que no le gusta especificar el momento en el que comenzó a ser artista, sino que prefiere sentir que es algo que ha estado con él desde siempre, de toda la vida.
Afirma que desde que era un infante ha estado con lápiz y papel plasmando con imágenes infinidad de cosas. Cuando su familia vio su comportamiento, enseguida lo matricularon en un taller de pintura cerca de su casa. Esa podría decirse que fue oficialmente su primera experiencia artística, la cual siempre recuerda con un cariño muy especial.
Más tarde, al terminar el bachillerato, indiscutiblemente no podía elegir otra carrera que no fueran las Artes. Simplemente, nada más podía gustarle, sólo pintar. Es en ese momento, con la ayuda de su hermano, cuando se enrola en la Escuela de Artes Plásticas “Cristóbal Rojas”, donde vivió “experiencias extraordinarias y decisivas” que lo que llevaron a donde está hoy en día.
Pero como no siempre puede vivirse -económicamente- del arte. Hizo otras cosas por algún tiempo. Entre ellas, dar clases de dibujo, hacer una licenciatura en Educación en la Universidad Metropolitana y un postgrado de Gerencia en la Universidad Central de Venezuela, que le sirvió para manejar el taller artístico que ahora posee.
El arte de construir
Muchas de las esculturas de este artista -acreedor de múltiples galardones y cuyas creaciones han sido expuestas tanto en el país como más allá de nuestras fronteras- se han concebido para acompañar a grandes e importantes obras arquitectónicas.
Indicó que después de ver el especial interés que muchos arquitectos le han prestado a sus obras, cree que lo que hace definitivamente va de la mano con la arquitectura. Ha trabajo integrando su trabajo en diferentes construcciones, dándole a esos espacios, a través de sus obras, una característica de tridimensionalidad, lo que -a su juicio- es “todo un reto de vida”.
Varias de las esculturas que ha diseñado y concebido se encuentran permanentemente expuestas al público en general. Además de la recientemente instalada en Naguanagua, posee en la avenida Luisa Cáceres de Arismendi, en la Isla de Margarita, la obra “Kirigami Vertical”. Otra, denominada “Progresión Roja”, también está disponible a todo mundo, entre muchas otras.
Del lienzo a lo tangible
Luis Millé, cuyo nombre legal es Luis Miguel Muñoz, comenzó pintando, pero actualmente su vida la dedica a hacer esculturas y justamente es por esa labor que es reconocido. Exclamó que la pregunta “¿por qué eligió la escultura?”, fue para él una interrogante un tanto compleja, pero que ameritaba una respuesta sencilla: “ella me escogió a mí”. Y de una forma u otra así se fue encarrilando hacia ese camino.
Su trabajo lo describió como “un intento de abstracción, una reflexión acerca de la fenomenología del espacio, donde lo flexible, estructural, expansivo y atemporal siempre están presentes”.
En sus obras la geometría predomina. Incuso una vez se escribió, en el marco de una de las exposiciones individuales que ha tenido en Caracas, que para hacer sus esculturas Millé “ha realizado una investigación sobre la valoración del espacio, el movimiento y la luz, logrando que sus piezas tridimensionales -elaboradas en hierros- se asemejen a la ductilidad del papel”, consiguiendo acabados que evocan origamis gigantes, por sus doblajes y formas curvilíneas.
Su inspiración viene de lo impredecible, lo cotidiano y de todo lo que le rodea. “Sentir que estoy vivo me inspira”, aseguró. Y comentó que aún no ha encontrado un concepto que lo convenza para definir cómo es el Luis Millé artista, pero lo que sí puede certificar es que lo está intentando.