Estefanía Rosales Coronel | redaccion5@construarte.com
Javier Miranda es un joven artista plástico venezolano que ha hecho de la geometría y el color sus principales rasgos de identidad visual. A su vez, ha sido profesor de la Universidad de Carabobo, publicista y padre de una niña de dos años llamada Miranda.
Confiesa que desde niño sabía que quería ser artista. Inició estudios de publicidad porque su padre -preocupado- deseaba que tuviese otra profesión. Posteriormente, empezó a estudiar comunicación social con la intención de dedicarse a la fuente cultural y escribir sobre arte.



“No me gradúo, porque soy demasiado inestable y me frustro con los medios clásicos”, acota sobre la experiencia. Sin embargo, el conocimiento adquirido le permitió ser director de la revista 360° Turismo y Recreación hasta el año 2015.
Luego de haber estado varios años alejado del arte dedicándose a otras actividades, finalmente decide dedicarse a ello. “Fui madurando el hecho de cómo hacer el arte, hasta que me conseguí como artista”, rememora Miranda.
El (re)encuentro con el origami
En la obra del artista egresado de la escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena, el origami japonés es el elemento de composición visual protagónico. Como representante en Japón de Venezuela durante nueve años en el arte de plegar el papel, ha visitado países del resto del continente como México, Colombia y Ecuador.
“Cuando yo empiezo a hacer arte, yo creo que era sumamente apegado a las normas de lo clásico, me gustaba muchísimo el dibujo” recuerda Javier Miranda “En la búsqueda de mí mismo, conseguí que eso no era lo que yo quería”.



Así, la búsqueda de Miranda lo lleva de vuelta al origami, que conoció siendo niño. “Yo soy disléxico funcional. Y entonces, me tocó hacer algo para manejar las dos manos, una suerte de terapia y de ahí sale el origami“.
Para el artista, su atracción por esta técnica como medio de expresión viene porque se trata de geometría pura. Por otra parte, manifiesta que siente fascinación por la incidencia de las luces y las sombras en las figuras, por el cambio de los colores.



“Para mí el arte es como una especie de juego” reflexiona Javier Miranda, “es una forma de expresión”.
Entre los artistas que admira menciona a Francisco Bugallo, quien fue su profesor y cuya obra considera infinita e imperecedera. Carlos Rojas es otro artista que agrega a su lista y que también fue su instructor. Asimismo, se refiere a la joven escultora Alejandra Cedeño y a Salvador Dalí, a quien considera un artista integral.



“Yo aprendí como artista a ser comunicador del tiempo en el que vivo”, dice Miranda “Yo pienso que mi obra es muy colorida porque sobrepasa la crisis, sobrepasa lo que hay. Yo quiero llevar eso, un mensaje poderoso, de positivismo en una sociedad que es tan complicada”.
Recientemente, su obra formó parte de la exhibición de la Feria Internacional de Libro de la Universidad de Carabobo (Filuc) y representó a América Latina en Cambiodeismo en Madrid.
La experiencia en Madrid
Cambiodeismo es un movimiento cultural en el que artistas plásticos se encuentran para reflexionar en torno a la necesidad de espacios para artistas emergentes, que no están todavía consagrados como los que tienen exhibiciones en los grandes museos de Europa.
A su vez, Miranda explica que discutieron sobre los nuevos formatos, materiales y dimensiones adecuados a las necesidades de las personas en la actualidad y de los jóvenes coleccionistas de arte.



“Ya no es lo mismo que tú crees una obra de 2×2 (metros), porque los apartamentos son más pequeños, quien colecciona ya no tiene tanto dinero como antes”, manifiesta. Con treinta y siete años, fue uno de los artistas más jóvenes que participó en Cambiodeismo este año y reconoce que su obra era de las más coloridas.
El artista nacido en Naguanagua relata que al momento de enviar la obra a España, se encontró con el problema de cómo movilizar una escultura a través del Atlántico y cuánto dinero costaría hacerlo. Ante estas dificultades, la fotografía surgió como una solución.



La muestra de tres piezas fotográficas muestra una de sus obras, otro trabajo en progreso con la mano de su hija y la tercera, a Miranda como punto focal de la mirada. A través de esta obra, el artista expresa que quiso hablar de la paternidad y la niñez, temas que enfrenta en su vida actual “Cuando eres papá, es impresionante cómo te cambia la vida”.
El arte como necesidad
Javier Miranda concibe el arte como un medio de comunicación, “uno muy duro”, acota. Sostiene que los artistas deben tratar de crear obras que con las que los ciudadanos puedan coexistir y sentirlas como parte de sus espacios, su cotidianidad. “Eso hay que conseguirlo. ¿Cómo lo vamos a conseguir? No lo sé”.
Al preguntarle sobre sus retos personales como artista, piensa un momento y comenta que su hija de dos años ve una obra y la señala diciendo “¡papá, papá!”, pensando que es de su autoría. Entonces, dice que le encantaría dejarle una pieza a Valencia, Naguanagua, Carabobo o incluso al país.



Se refiere al trabajo de Jesús Soto, y Arturo Michelena, que hicieron obras de inmensas dimensiones, “que no tenían miedo” y considera que le gustaría poder ver más esculturas en bulevares o plazas públicas hechas por artistas.
“A mí me encantaría hacer una obra muy grande donde la gente pueda coexistir, pueda respirar dentro de la obra, pueda convivir con el entorno. Que los colores se fundan y se mimeticen con lo que está pasando en la ciudad”.



-¿Por qué nosotros, como seres humanos, tenemos arte?
Tenemos arte porque tenemos una necesidad de comunicarnos. A lo mejor es muy trillado lo que te estoy diciendo. Pero es una manera de comunicarse, de decir este soy yo, y estos son mis rituales, estos son mis colores, esta es mi manera de ver el mundo.