Turismo e historia
MAM/Fotos: Jesús A. Matos G.
Corría el siglo II antes de Cristo cuando en la árida tierra de Baja Nubia, en el sur de Egipto, se erigía un templo dedicado a los dioses Amón e Isis, mandado a edificar por el rey de Meroa, Adijalamani. Fue remodelado en más de una oportunidad por monarcas de otras dinastías, pero sus santuarios se clausuraron y ese techo sagrado quedó en el abandono para el siglo VI.
Más tarde, esas mismas instalaciones ocuparían otros parajes. Lejanos, en un continente distinto y más al norte. Fue así como en 1970 llegaron a la Valencia de España las piedras que una vez formaron parte del Templo Debod. Desde allí fueron trasladadas a Madrid, donde fue reconstruido en su totalidad y abierto al público el 18 de julio de 1972.
Los arqueólogos españoles más destacados de la época tuvieron una ardua labor. A partir de un plano y croquis de lo que fue el monumento -facilitado por el Servicio de Antigüedades de Egipto- debieron hacer la reconstrucción, sin contar con referencia fotográfica alguna. Incluso más de cien bloques perdieron la numeración y muchos fragmentos llevaban una marca que no correspondía al plano, llegando a hacerse una anastilosis, es decir, colocaron tanto los elementos originales, como partes nuevas con un color diferente, para poder distinguirlos de los elementos antiguos.
Santuario impresionante
El
Uno de sus espacios principales es la Capilla de Adijalamani o de los relieves, la cual es el núcleo arquitectónico del santuario y la parte más antigua aún conservada. Está decorada con escenas que representan al rey adorando a los dioses y ofreciendo sacrificios. Fue consagrada al dios Amón de Debod.
Otra sala importante es denominada
El Templo Debod, que constituye uno de los pocos testimonios arquitectónicos egipcios que pueden verse completos fuera de ese país y el único con sus características existente en España, cuenta también con un vestíbulo; una antesala del naos, que redistribuye al visitante entre las tres capillas principales; la sala del naoi; un corredor cuyos muros, que en otrora fueran exteriores, sirven de marco para un reloj solar; una capilla osiriaca, para venerar a Osiris; una terraza, donde tenían lugar importantes ceremonias solares; un lugar de purificación; así como varias criptas.
Casa egipcia de Dios
Esta capilla es uno de los pocos lugares en el mundo que forman parte del legado del rey que ordenó su construcción. El lugar fue decorado con relieves y con el pasar del tiempo se fueron añadiendo nuevas estancias alrededor del núcleo original. Estos trabajos fueron hechos luego de que Egipto pasara a formar parte del Imperio Romano y por eso posiblemente fueron los emperadores Augusto, Tiberio y Adriano, quienes lo culminaron.
Al templo original del monarca meroita se agregaron pilones, patios, una vía en la que transcurrirían las procesiones y un embarcadero junto al río Nilo. Para los egipcios el Templo Debod -que debe su nombre al lugar de Baja Nubia en el que estaba inicialmente ubicado- era la casa de Dios, “el lugar donde la divinidad vivía físicamente. Un espacio puro, concebido para acomodar y proteger al dios. Una representación a escala del Universo, tal y como fue creado el primer día del mundo”.
En aquella época, cuando había vida diaria en esa basílica, el faraón y los sacerdotes eran los únicos capacitados para dirigirse a las divinidades y realizar ritos prescritos, que se ejecutaban al amanecer. Sólo ellos podían tener acceso a su interior. Tras ejecutar minuciosamente los rituales, los religiosos procedían a abandonar la estancia, pero no sin antes dejar todo muy limpio, procurando borrar incluso sus propias huellas.
Las capillas laterales eran los espacios para las ceremonias más sencillas. En ellas se guardaban las imágenes de otros dioses. El templo fue también escenario de muchas fiestas e importantes procesiones. Mientras que para Año Nuevo, las estatuas de los alabados eran llevadas a la terraza para que recibieran los rayos del sol.
Sin embargo, quienes ordenaron su construcción y participaron en ella no contaban con un hecho histórico que cambió al mundo para siempre: la introducción del cristianismo, que terminó por desplazar a muchas religiones consideradas ahora paganas. Así el templo quedó en el abandono, quedando marcado en su destino que más de 2.000 años después sería reedificado en el corazón de España.