Plantas con mucho potencial
No es la primera vez que se utilizan las plantas para generar energía, aunque los enfoques para lograrlo han sido variados y no siempre han implicado la electrónica orgánica. Por ejemplo, en 2012, científicos de la Universidad Wageningen, en los Países Bajos, ya crearon una célula de combustible vegetal y microbiana (Plant-Microbial) capaz de generar electricidad a partir de la interacción natural entre las raíces de las plantas vivas y las bacterias del suelo.
Esta célula podía generar 0,4 vatios por metro cuadrado de cultivo de plantas, que es más de lo que genera la fermentación de biomasa. El sistema, además de eficiente, podría llegar a zonas remotas, reducir la presión ambiental y eludir la contaminación del paisaje, afirmaban entonces los autores del avance.
Además, en 2013, investigadores de la Universidad de Georgia (EEUU), crearon una tecnología que implicaba la separación de unas estructuras presentes en las células vegetales llamadas tilacoides, que son responsables de la captura y el almacenamiento de la energía de la luz solar.
Manipulando en concreto las proteínas contenidas en las tilacoides, los científicos lograron interrumpir la vía por la fluyen los electrones. Por otro lado, estas tilacoides modificadas fueron inmovilizadas en un soporte especialmente diseñado con nanotubos de carbono, que son estructuras cilíndricas unas 50.000 veces más finas que un cabello humano.
Los nanotubos actuaron como un conductor eléctrico, capturando los electrones liberados por el material vegetal y enviándolos por un cable. En experimentos a pequeña escala, este método produjo niveles de corriente eléctrica en órdenes de magnitud mayores que los reportados previamente en sistemas similares.